¿De dónde surge LUCES EN OLVIDO?

 


LUCES EN OLVIDO es un poemario escrito entre los años 2013 y 2016. Sin embargo, para una mejor comprensión de estos versos he de viajar a 1985, cuando debido a unas dolencias visito  al médico y éste me diagnostica ansiedad. No dudo que el diagnóstico sea cierto y, tal vez, aquellas palabras del doctor sobre mi dolencia sea uno de los grandes introyectos de mi vida, uno más.

Hasta entonces la palabra “ansiedad” la conocía por la canción Albert Hammond, y me parecía bella. Si bien, de inmediato, le cambié la connotación a la palabra. E ignorante de mí comencé a huir en todas direcciones. Pero la ansiedad corría incluso más que yo, a veces era anticipatoria. No tardó en buscar compañera para esa carrera de fondo: la depresión. Así que, cuando no me pisaba los talones una, lo hacía la otra o ambas a la vez. Era incapaz y agotador deshacerme de ellas. Así durante años, décadas de sufrimiento y dolor, no logro disfrutar de una vida sencilla y tranquila, con sus penas y sus glorias, ni incluir en mi vocabulario las palabras ecuanimidad y aceptación.

A pesar de ello, como dijo Pablo Neruda, “confieso que he vivido”. He tenido suerte, al fin y al cabo, jamás he precisado de una baja laboral y he celebrado, como he podido, los acontecimientos de mi vida, la sencilla grandeza de estar vivo, aunque no le prestara una atención plena a la vida. Repito, he tenido suerte gracias al apoyo inmenso de mi familia y amigos.

Pero mi carácter, repleto de sombras, de puntos ciegos que no me permitían saborear el néctar de la vida, era un completo desconocido para mí. Y tuve que esperar al año 2013, cuando mi reacción ante un acontecimiento familiar, me lleva a pedir ayuda y esta ayuda se convirtió en una decisión transcendental.

Es ahí, en esos años, en los que escribo Luces en olvido, cuando descubro y se me abren las puertas a la terapia, al yoga (en el que ya me inicié en la década de los 80), a la meditación o zazen, a la Gestalt, al budismo soto zen y, más tarde, al eneagrama.

He aquí mi confesión. Y, tengo que reconocer, que yo mismo he estigmatizado este problema de salud mental, ocultándolo al mundo por el temor, propio de mis constructos mentales, al estigma social. Por lo tanto, me gustaría que la sociedad normalice y facilite la atención a la salud mental, más ahora que ha crecido exponencialmente sobre todo entre los jóvenes.

No me confieso para que me compadezcáis, ese juego psicológico ya no me sirve; ni para dar la imagen de estar iluminado, porque ni lo estoy ni falta que me hace; sino para presentar LUCES EN OLVIDO, un poemario donde un servidor comienza a transitar, humildemente, del egocentrismo, ese yo ilusorio, hacia una visión correcta en busca de la verdadera naturaleza de su Ser.


Ahora bien, si leéis estos versos no me busquéis a mí en ellos, dejad que fluya, si ha de fluir, la poesía.




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